jueves, 18 de junio de 2009

Laura Fdez-Montesinos: Stock humano: mercancia desechable

STOCK HUMANO: mercancía desechable

Laura Fdez-Montesinos Salamanca

La autora pide disculpas por sacrificar la objetividad en pos de la emotividad, a consecuencia de una realidad tan cruel y dolorosa. Y es que fueron 150 los niños que se hacinaban en un local cualquiera, sin las menores garantías de protección, ni siquiera para un país tercermundista. Mientras “nuestra democracia sigue creciendo”, las criaturas se abrasaban en un incendio, no tanto producto de la negligencia como de la gestión especulativa de gobernantes-empresarios despreocupados por las condiciones en las que vive la población, pero muy ocupados en acaparar lo máximo a costa de lo que sea: esta vez la vida de niños y bebés.
Lo que está sucediendo en este país es completamente insostenible, inhumano y criminal -si es que ésta última palabra fuese suficiente para definir la tragedia sucedida en Sonora- No alcanzan las lágrimas para llorar tanto dolor y tanta barbarie por avaricia. ¿Qué grado de degradación ha alcanzado el político mexicano autócrata, represor y corrompido hasta la parte más blanda y medular del coxis? La sociedad está completamente afectada en todos sus rubros y niveles gracias a desenfrenado deseo de poseer, que nosotros, en nuestra apatía, dejadez y falta de autoridad sobre quienes nos dirigen, hemos permitido – que era su villana expectativa, pues la desinformación y la pseudo-educación manejada, produce sociedades maleables y obedientes- No hay cultura, ni arte, ni educación, ni deporte, ni escuelas dignas, ni ley, ni quién la cumpla o haga cumplir, mientras, nos quedamos de brazos cruzados quejándonos únicamente en nuestra intimidad, sin atrevernos a hacer valer nuestros derechos. Nos han convertido en un pueblo cobarde, temeroso de la represión y brutalidad dictatorial de quienes nos manejan. En autómatas, borregos sin voluntad que no luchan ni protestan. No denunciamos, ni nos esforzamos en hacer cumplir o pagar a quienes nos ocasionan daño lesivamente. Nos han convencido de la imposibilidad de luchar: “¿Para qué denunciar, o protestar? Nada va a cambiar. Así es el sistema”. Pero el sistema lo permitimos nosotros con nuestra actitud pasiva. Es un modo de control para evitar réplicas, demandas y protestas. Se ofrece una imagen irreal de un mundo que sólo existe en la televisión. Pues muchos medios de comunicación, especialmente el de las imágenes, está en contubernio con el poder. Y nos muestran la gran mentira de todo un mundo multicolor que no existe. En México el color del país es el del sufrimiento, la pobreza y la marginación. Todo el sistema se reduce a eso: dinero y poder. Los medios precisan subsidios, unos porque no tienen más remedio, lo que los obliga a plegarse ante las autoridades, la mayoría lo hace por negocio y avaricia. No hay más que comparar el tipo de escuela al que van sus hijos, con las guarderías del IMSS, junto a almacenes de mercancías peligrosas que se incendian. Siempre que se produce una catástrofe, las víctimas son pobres, marginados, indígenas o clase trabajadora. Los políticos sólo se dejan el pellejo en accidentes de aviones gubernamentales, o son asesinados por el estado. Pero jamás padecen el lamentable estado de indefensión, producto de la negligencia que sufre el pueblo llano. Y el tránsfuga ideario inexistente con el que pretenden estafarnos una vez más –Aunque ya nadie les crea, es parte de la mentira institucional en la que pretenden sustentarse- son burdas explicaciones, acusaciones, reflejos de lo mismo de siempre: “Se investigará a fondo” (¿Pero dónde está el fondo que nunca se llega hasta él?) “hasta que se esclarezcan los hechos” (los cuales jamás se aclaran, pues nunca se investiga) “caiga quién caiga” (Y siempre caen ladronzuelos de poca monta, inocentes que tienen que pagar por algún pez gordo, deudores desfavorecidos por el poder político, revoltosos desafectos al régimen dictatorial e indígenas y luchadores por sus derechos). Los verdaderos culpables jamás pagarán. Para eso se han molestado tanto en ser políticos, porque en México el político es aquel inepto que necesita garantizase con impunidad ante sus abusos y problemas por ineficiencia. No son capaces de realizar otro tipo de trabajo, no están capacitados. Por eso se amarran las manos cuando sucede algo producto de su gestión egoísta, inepta e inequitativa, porque no pagarán por este crimen artero, inhumano, irresponsable e imperdonable. En este país la libertad y las garantías se miden por el tamaño de la billetera, o la cantidad de votos oscuros que se puedan lograr para rellenar urnas ordeñadas, y la aplicación de la justicia depende del nivel social, la sección institucional que se vea afectada, y la gravedad de la acusación: Se protege a los poderosos, a los grandes empresarios, aunque sean los más viles mafiosos, se vende la vida de los ciudadanos y se extorsiona por doquier, en el negocio de hacer dinero con la desgracia de los demás. Se contaminan recursos, agua, regiones completas con los desechos de empresas que son expulsadas del extranjero y en México encuentran el basurero perfecto. No tenemos la menor conciencia ciudadana, ni ecológica, ni humana. Si unas cuantas docenas de mineros mueren en un derrumbe, se culpa al más próximo, pero no se le detiene. Nunca se toman las medidas precisas para que no vuelva a ocurrir. Tanto es así, que los sucesos lamentables se repiten. Si hoy mueren casi 50 niños en Sonora, los verdaderos culpables son tan cínicos, que incluso visitan a las familias afectadas para ofrecerles unas “bonitas” palabras de “aliento” sin sentir siquiera un mínimo remordimiento de conciencia que los haga recapacitar sobre su indolencia, la iniquidad que están provocando con su nauseabunda trama de corrupción, cada vez más infame, y por supuesto, jamás responderán por sus actos criminales.
Calderón no será un Nerón pirómano, pero su actitud, incapacidad y avaricia avivó las llamas. El gobernador-empresario de Sonora, Eduardo Bours, vertió gasolina con su gestión para beneficiar empresarios ricos, y las señoras primas de sus respectivas esposas –de ambos criminales- se lavan las manos en los baños de las guarderías que el Estado les vendió (hoy día en México no queda una sola empresa del Estado, hasta el tan batallado PEMEX está en manos de consorcios extranjeros, aunque nos digan lo contrario) para que no tomen las medidas más indispensables de gestión de guarderías, de las cuales reciben del gobierno –eso sí- ¡dos mil pesos mensuales por niño!. Por eso la inspección siempre da el visto bueno. Por eso las autoridades no obligan a las instituciones –principalmente educativas- a instalarse en lugares adecuados, alejados de empresas tóxicas o peligrosas, almacenes de mercancías, hospitales, gasolineras, estaciones de policía, bomberos, y un largo etcétera. Hoy día existen escuelas ubicadas junto a plantas tratadoras de aguas (caso de la primaria Rafael Ramírez, secundaria y CBTIS de Ixtaczoquitlán ver.) con el peligro y las afectaciones que ello conlleva. Cerca de instalaciones donde se manejan residuos tóxicos, peligrosos, inflamables; empresas cárnicas (Perote, Ver). Las hay frente a hospitales y cantinas, en lugares de difícil acceso, muchas de ellas carecen, no ya de extintores, salidas de emergencia y personal preparado, sino de un simple teléfono para emergencias. En estos días, tras la muerte de casi cincuenta niños menores de tres años, en un incendio de una guardería sin extintores ni salidas de emergencia, las autoridades están revisando “minuciosamente” la ubicación e instalaciones de estos centros. El mes que viene habrá quedado en el olvido. Esto es lo que hay que evitar: Que se olviden de que tenemos derechos, y de que estamos dispuestos a luchar por lo que nos corresponde como nación y como individuos.
La criminalidad de estos señores, que exigen que paguemos nuestros impuestos para donárselo a las primas de sus esposas, que están al acecho del próximo negocio más lucrativo que saca a subasta el gobierno, y cuyos costos salen de nuestros bolsillos, implica que sólo hubiese cuatro personas al cargo ¡de 150 niños y bebés! Hasta ese grado llega la avaricia del poderoso.
Las guarderías de las instancias de gobierno tienen muy mala fama: se habla de maltrato, de suciedad, de que los niños pasan hambre, pero esta vez han muerto, porque en este país, el pueblo es lo último que interesa a los gobiernos. Su ansiosa llegada al poder es simplemente para hacer dinero y negocios a costa hasta de bebés. Y desde ese aspecto debemos mirar a quienes nos usan: somos mercancía, productos desechables. Nuestras necesidades no son de su incumbencia. Por eso el capo Bours, dueño de Bachoco y otras empresas cárnicas, seguirá envenenando con sus productos de ínfima calidad en sus empresas contaminantes, nosotros los compraremos entregándoles aún más poder. En caso contrario, comprarían –como ya hacen- a todas las empresas competidoras, y como es ilegal el monopolio, les pondrán otro nombre, pero la calidad del producto seguirá siendo pésima, la contaminación, terrible, el beneficiado el mismo, y los perdedores todos nosotros. El capo de tutti cappi, el Padrino Elba Esther seguirá llenándose los bolsillos con los bonos de los maestros amaestrados y “amafiando” y corrompiendo a los sindicatos. Y nosotros en las urnas votando de cualquier manera, pero sin salir a la calle a exigir responsabilidad. Nadie se molestará en presentar una disculpa por lo sucedido, cada uno de los capos seguirá al frente de la red criminal con la que controlan el país. Por supuesto pedir su dimisión en un gobierno ilegal y dictatorial, que ha usurpado el poder con un golpe de Estado, tan lejos de la democracia a la que constantemente vilipendian, no está ni en la mente de la población. ¡Pero deberíamos exigirlo! En cualquier país decente hubiesen sentido vergüenza, y dimitido, se hubiesen cerrado las televisoras cómplices, y se exigiría una verdadera campaña electoral, no burdos anuncios proclamando sandeces que no son ninguna solución real para los criminales a los que jamás se atrapa: ¿pena de muerte a secuestradores? ¡Señores, primero atrápenlos!, ¡Hagan pagar a los culpables de este crimen, estos sí que se merecen la guillotina!. El colmo es tener que soportar que se presenten cínicamente con los familiares afectados. Y la indignada firmante, es muy posible que tenga que responder por estas palabras no exentas de sinceridad, con algunas amenazas o algo peor. Aún así lo prefiero al miedo, a la pasividad y al silencio a tanto horror, que gritarles ¡que son responsables de la muerte de CASI CINCUENTA BEBÉS!, Que su crimen por omisión, irresponsabilidad y avaricia es imperdonable por los hombres y por el Dios al que tanto mencionan hipócritamente y en vano. Unámonos para exigir justicia. ¡Que no quede impune!
Laura Fernández-Montesinos Salamanca, Escritora

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