jueves, 25 de junio de 2009

Recado a Antonio Chaín

Recado a Antonio Chaín
Leer el artículo en que hablan de ti publicado por este diario me recordó cuando te conocí
Rubén Calatayud /El Mundo de Córdoba
México 25 de junio, 2009
Antonio: Con motivo de la celebración, ayer, del Día del Socorrista, me encontré en este diario el artículo de Zaida Salas sobre la Cruz Roja local con varias fotografías, unas tuyas, otra de una medalla que recibiste, una más del grupo (1960) de integrantes de la Benemérita Institución, misma que por su escaso tamaño hace imposible identificar a los retratados y de Ma. de los Ángeles Ignacio Luna, representante de la actual generación de servidores gratuitos de la Delegación.
Aparece también la foto de un número de la Revista de la Cruz Roja de la que fuiste impulsor, con el retrato del Padre Francisco J. Krill, de tan grato recuerdo. El artículo y sus adornos me hizo recordar cuando te conocí en la cancha de frontenis de la casa de los Cuesta.
Tenías poco tiempo de casado con Melaní Revuelta y por las mañanas ibas a jugar con Héctor Lara, con Cucú Corona, con Baduca Cuesta y con el ingeniero esposo de la nena. La entrada era gratuita y el portón de la casa de los Cuesta estaba abierto desde muy temprano para que los aficionados pasáramos a jugar.
Recuerdo que ahí se vendían raquetas y que el ingeniero, cada vez que perdía un tanto, azotaba su raqueta haciéndola pedazos y tomaba una nueva. Años después, nuestra pertenencia al club de vagos nocturnos presidido por Alfonso Salmerón Osorio (Pititas) y del que formaban parte José M. Lavielle, Juan Cuesta, su esposa Margarita Izquierdo, el Chino Berrones, el Cuate Pereda, Lauro Penna, Pancho y Pepe Salmerón, tú y alguno que otro arrimado, nos hizo conocernos y tratarnos más que nos reuníamos en el café de Dorotea Huerta, cuya clientela habitual era de veladores y betuneros.
Antes del Café de Doro nos juntábamos en el Café de París cuyo propietario, el Chino Berrones (Fernández Iturbide) servía a los parroquianos un genuino “café de calcetín”, con todo y calcetín. Como la mente humana es tan prodigiosa que hasta los más flojos, inútiles y tontos hace brillar sus ideas, la bohemia sostenía animadas charlas y violentas discusiones, todo en la recámara -comedor de Doro, donde una imponente cama con dosel dominaba la pobre escenografía de bancos de madera amarillos y burdas mesas de cuatro patas disparejas, que hacían que el café saltara de las tasas.
Tú nos platicabas de la Cruz Roja, de la tierra de tu padre, don Miguel, nacido en Homs y de las ruinas romanas; luego, llegaría Orlando Lara que sí trabajaba y que era basculaero de algún ingenio de los Perdomo y que se burlaba de todos nosotros, soñadores y sin nada en los bolsillos. Años después me arrimé a la Cruz Roja, cuando don Rafael Laffite, cuando González Reyna, cuando el señor Penagos, cuando el licenciado Mendívil; luego llegarían, con gran brío, Roberto Galán Conesa y Beto Regules Huesca. No logro recordar a las infanterías, a la verdadera alma de la Delegación, a gente tan humilde como altruista, desinteresada, que siempre se ha acercado a la Institución creada por Henri Dunant y que existe en todo el mundo, a veces con el nombre de León Rojo o de la Media Luna Roja.
Algún día y con mayor espacio, proseguiré mis recuerdos de aquellos lejanos días tan gratos a pesar de nuestras pobrezas.

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